Al año siguiente, el de 1970 llega una feria de contrastes, la más particular de Santiago Martín ante sus paisanos después de que todo se torciera de tal manera que se ve obligado a pedir ¡una oportunidad! el día de San Mateo. Todo ocurre por lo mal que salen las cosas en la corrida de Samuel Flores y también en la siguiente de Felipe Bartolomé, en la que se fue despedido de la plaza con una lluvia de almohadillas tras escuchar dos broncas. Almohadillas que lanzaba con saña ese mismo público que tantas veces lo aplaudió y ahora, además, lo pita con dureza, encima en su propia casa, que es donde más duelen los reveses.
– Las broncas más fuertes de la historia de Salamanca me las han echado a mí pero merecidamente hay que reconocerlo. Estuve mal y cuando se está mal a los toreros hay que abroncarlos. Luego te lo perdonan, esa es la grandeza. El público de los toros no tiene rencor. Si después de una bronca hay casos en los que se sacan en hombros o se enardecen con un quite. Eso ha pasado montones de veces.
Un buen caso de la expresión manifestada por Santiago Martín tuvo como protagonista al maestro sevillano Pepe Luis Vázquez, quien fue capaz de levantar muchas tardes de broncas y espantar las iras en los aficionados cuando, tras escuchar el malestar del respetable al finalizar la labor en su lote, hacía un quite al último toro de la tarde con su particular arte y gracia. Fue un quite, ese de Pepe Luis Vázquez, que queda bautizado para la historia como el quite del perdón.
El mal sabor de boca que le queda a Santiago Martín hace que su apoderado hable con Manolo Chopera para pedirle la sustitución de Paco Camino, que se encontraba herido y no podía comparecer en la corrida del día veintiuno, tradicional festejo de San Mateo de mucha raigambre y solera en Salamanca. La corrida de la pana, que llamaban al ser la jornada que media provincia se desplaza a la capital. En esa ocasión, cuando comienza el paseíllo, los paisanos se levantaron de sus asientos para aplaudir a El Viti por tener ese detalle de pretender quitarse la espina que tenía clavada con su tierra.
Torea con Miguel Márquez y el jovencísimo Dámaso González una corrida concurso de ganaderías y tampoco, en esta ocasión, hubo suerte, aunque Santiago Martín, en un derroche de profesionalidad y orgullo torero, pide el sobrero, que era de la ganadería de Juan María Pérez-Tabernero, afamado criador charro de mucho prestigio por esas fechas, al que corta una oreja que le sirve para resarcirse, en cierta medida, de una feria que desde el primer momento se le puso muy cuesta arriba.
En 1971 no torea debido a que decide cortar la temporada el doce de septiembre tras actuar en el Coliseum Balaer, de Palma y tomarse un descanso que se prolonga, en ruedos españoles, durante 1972, aunque sí cumple sus compromisos profesionales al otro lado del Atlántico para comparecer en las ferias de Quito, Bogotá y Cali. Regresa a la actividad en 1973 y cuando lo hace ha llegado una nueva hornada formada por gente como Curro Vázquez, Manzanares, El Niño de la Capea, José Luis Galloso, Julio Robles, Antonio José Galán, Ruiz Miguel, Ortega Cano, Luis Francisco Esplá…, quienes años más tarde formarán parte de la generación que está al frente del toreo.