domingo, 24 de abril de 2011

El día que Victorino compra parte de su ganadería


Tras el éxito de la alternativa, ya todo el mundo quiere conocer y saber quién es aquel muchacho de Vitigudino que se está abriendo un paso tan importante en el toreo. Como ocurre con Marcial Lalanda y Luis Gómez El Estudiante, quienes desde hace tiempo, cuando comienza a sonar su nombre a raíz de los éxitos que viene logrando de novillero, le sugieren a Florentino Díaz Flores, el apoderado, que quieren conocer al joven torero. La misma tarde de la alternativa, triunfante ya Santiago en ese San Isidro, a quienes ha deslumbrado por la capacidad torera, su buen hacer en la plaza, el magnífico sentido del temple y también esa majestuosidad de la que siempre hace gala, quedan con el apoderado para verse a la mañana siguiente.

Se citan en La Campana un bar de moda de Madrid, frecuentado por taurinos y aficionados, al que los viejos maestros suelen acudir cada mañana a tomar el aperitivo. Cuando llega Santiago Martín, junto a Florentino Díaz Flores, los dos maestros ya se encuentran en el local y están acompañados por don Lucilo Cuesta, propietario de la ganadería de Escudero Calvo, cuyo sobrero lidiado la tarde anterior sirve para que Santiago Martín corte una oreja en el importante acontecimiento de su alternativa. Y pudiera salir por primera vez en hombros por la puerta grande de Madrid. Por esa puerta grande en la que esa tarde comienza a cimentar la leyenda.

Durante un buen rato el grupo habla con amenidad, mientras Marcial y El Estudiante admiran al nuevo torero, éste no puede menos que escuchar con atención todo lo que se dice en una tertulia en la que emanan los consejos y la sabiduría de los veteranos maestros, de los que tantas veces escuchó hablar Santiago y con quienes ya, a partir de entonces, mantuvo una estupenda relación de amistad. Transcurrido un buen rato allí continuaban, con el interés y el poso que mantienen las tertulias taurinas de los profesionales reconocidos, justo cuando entran por la puerta tres pintorescos hombres que se ha citado con Lucilo Cuesta.

– Señores me veo obligado a dejarles. He quedado con estos tres hombres que acaban de entrar, que son unos carniceros de Galapagar llamados Victorino, Venancio y Adolfo y debo tratar con ellos una operación porque me quieren comprar la ganadería, de la que están muy interesados.

En ese instante, Lucilo Cuesta abandona la mesa, no sin antes despedir, con la amabilidad de la que siempre hizo gala, uno a uno a todos los contertulios y dedicarle suerte el nuevo torero.

– Santiago sigue por ese camino que te espera un futuro muy halagüeño y altamente brillante.

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