domingo, 31 de julio de 2011

Las broncas de Salamanca


Al año siguiente, el de 1970 llega una feria de contrastes, la más particular de Santiago Martín ante sus paisanos después de que todo se torciera de tal manera que se ve obligado a pedir ¡una oportunidad! el día de San Mateo. Todo ocurre por lo mal que salen las cosas en la corrida de Samuel Flores y también en la siguiente de Felipe Bartolomé, en la que se fue despedido de la plaza con una lluvia de almohadillas tras escuchar dos broncas. Almohadillas que lanzaba con saña ese mismo público que tantas veces lo aplaudió y ahora, además, lo pita con dureza, encima en su propia casa, que es donde más duelen los reveses.

– Las broncas más fuertes de la historia de Salamanca me las han echado a mí pero merecidamente hay que reconocerlo. Estuve mal y cuando se está mal a los toreros hay que abroncarlos. Luego te lo perdonan, esa es la grandeza. El público de los toros no tiene rencor. Si después de una bronca hay casos en los que se sacan en hombros o se enardecen con un quite. Eso ha pasado montones de veces.

Un buen caso de la expresión manifestada por Santiago Martín tuvo como protagonista al maestro sevillano Pepe Luis Vázquez, quien fue capaz de levantar muchas tardes de broncas y espantar las iras en los aficionados cuando, tras escuchar el malestar del respetable al finalizar la labor en su lote, hacía un quite al último toro de la tarde con su particular arte y gracia. Fue un quite, ese de Pepe Luis Vázquez, que queda bautizado para la historia como el quite del perdón.

El mal sabor de boca que le queda a Santiago Martín hace que su apoderado hable con Manolo Chopera para pedirle la sustitución de Paco Camino, que se encontraba herido y no podía comparecer en la corrida del día veintiuno, tradicional festejo de San Mateo de mucha raigambre y solera en Salamanca. La corrida de la pana, que llamaban al ser la jornada que media provincia se desplaza a la capital. En esa ocasión, cuando comienza el paseíllo, los paisanos se levantaron de sus asientos para aplaudir a El Viti por tener ese detalle de pretender quitarse la espina que tenía clavada con su tierra.

Torea con Miguel Márquez y el jovencísimo Dámaso González una corrida concurso de ganaderías y tampoco, en esta ocasión, hubo suerte, aunque Santiago Martín, en un derroche de profesionalidad y orgullo torero, pide el sobrero, que era de la ganadería de Juan María Pérez-Tabernero, afamado criador charro de mucho prestigio por esas fechas, al que corta una oreja que le sirve para resarcirse, en cierta medida, de una feria que desde el primer momento se le puso muy cuesta arriba.

En 1971 no torea debido a que decide cortar la temporada el doce de septiembre tras actuar en el Coliseum Balaer, de Palma y tomarse un descanso que se prolonga, en ruedos españoles, durante 1972, aunque sí cumple sus compromisos profesionales al otro lado del Atlántico para comparecer en las ferias de Quito, Bogotá y Cali. Regresa a la actividad en 1973 y cuando lo hace ha llegado una nueva hornada formada por gente como Curro Vázquez, Manzanares, El Niño de la Capea, José Luis Galloso, Julio Robles, Antonio José Galán, Ruiz Miguel, Ortega Cano, Luis Francisco Esplá…, quienes años más tarde formarán parte de la generación que está al frente del toreo.

sábado, 9 de julio de 2011

La responsabilidad ante los públicos


El Viti siempre dio la cara y allá donde estuvo dio la mejor de sí para complacer a los públicos:

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Santiago Martín, dueño de un empaque que marca época era consciente de lo que significaba y la importancia que tenía su nombre en el toreo. Por ello se prepara al máximo y en ningún momento descuida la preparación para afrontar la temporada con las garantías más óptimas. Para ello, en las escasas semanas que permanece en el campo durante el invierno, cuando llegaba de América, se entrenaba para no perder la forma y comparecer en las mejores condiciones en las primeras ferias de Castellón y de Valencia. O sea como esperan los públicos.

El campo siempre fue el lugar ideal y en el que más feliz estaba. Allí encontraba la necesaria soledad, siempre tan importante para un torero. En los momentos de baja estima buscaba soluciones en los largos paseos que daba entre las encinas, montando a caballo o colaborando en alguna faena agrícola o ganadera. Allí le llegaba la vitalidad necesaria para afrontar los más importantes compromisos. El campo lo era todo, era valles y lágrimas, ilusión cuando rompe el alba de un nuevo día y felicidad por el deber cumplido cuando llega el crepúsculo y se pone el sol.
Por esas razones siempre se muestra tan deseoso de regresar a él que, en plena temporada, cuando dispone de un día libre marcha a disfrutarlo a la paz del campo y, de paso, a visitar a la familia en Vitigudino. E incluso era capaz de hacer un largo viaje para estar unas únicamente horas buscando esa paz y esa relajación tan necesarias que siempre encuentra en ese campo que tanto le sirve para inspirarse, para buscar la solución a sus problemas, para cargar las pilas de su vitalidad y para entrenar.
Cuado entrenaba era frecuente verlo jugar al frontón con pala, correr para mantener el cuerpo ágil y evitar coger peso. O tentar vacas, muchas veces de retienta, que sirven para adquirir más oficio y aumentar la capacidad a la hora de resolver los problemas que se presentan ante los toros complicados.

Pero sobre todo torear de salón, que siempre ha sido básico en los entrenamientos de todos los profesionales y a lo que le han dado mayor importancia. Torear de salón es imprescindible para corregir defectos, componer la figura, buscar la estética... tanto que los toreros han dedicado y dedican numerosas horas a esa preparación. Muchos de ellos, incluso, tenían a algún banderillero o al mozo de espadas entrenado especialmente para que les hiciera de toro
y hasta existió el caso de Palomo Linares que, incluso, se llevaba a América a un personaje de su confianza para que le embistiera a los engaños.
Se trataba de Felipe Novillo, un viejo torero y peón toledano que había pertenecido, nada menos, que a la cuadrilla de Domingo Ortega y dada la vinculación que tenía con los hermanos Lozano, estaba muy unido a Palomo Linares, quien siempre lo llevaba a sus compromisos de la otra orilla del Atlántico para entrenar a su lado y sobre por lo bien que le hacía el avión
a cuando toreaba de salón.
Las ferias llegaban enseguida y Santiago Martín nunca quiso defraudar a nadie. Se preparada a conciencia, con la seriedad con la que afronta todos los pasos de la profesión. Con el saber estar que siempre ha presidido todos sus actos. Con la solemnidad que supo mantener a lo largo de su carrera. Con el sentido de la interpretación del que hizo gala. Y también con ese empaque que fue una huella durante el tiempo que permanece en activo y que ha quedado, para los anales, como una referencia cuando las gentes del toro hablan de Santiago Martín.

domingo, 12 de junio de 2011

Barcelona, la plaza emblema de su carrera


Barcelona fue la plaza donde más toreó Santiago Martín 'El Viti'. La Monumental vibró 124 tardes con la calidad de su toreo. Allí conoció a un personaje fastástico como era el viejo Pedro Balañá Espinós. De su relación en el libro abundan referencias y anécdotas, como la siguiente:

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En aquel ecuador del año 1961 cuando Santiago Martín toma la alternativa, las dos plazas de toros que existen en Barcelona están regidas por quien ha sido uno de los mejores empresarios de todos los tiempos, quien las había comprado en propiedad, como también hizo con el precioso y torerísimo Coliseum Balear de Palma (éste a la familia March). Se trata de don Pedro Balañá Espinós, un catalán de pro, antiguo concejal en los años de la II República por ¡Ezquerra Republicana de Catalunya! (el presidente Lluis Companys también era aficionado a los toros y tantos otros que se sentían orgullosos de la Tauromaquia a diferencia de los que llegaron en el siglo XXI y se olvidaron de la historia para atascarse en el fango de la demagogia).

Después, tras la Guerra Civil, fue concejal por los denominados tercios (que eran elegidos por el Gobernador Civil que depositaba su confianza en personas emprendedoras), a la par que iniciaba una próspera carrera de empresario de éxito en el mundo de los cines y del espectáculo, sin olvidar otras actividades. Pero sobre todo se trata de un hombre con un gran olfato empresarial para que Barcelona se convirtiera en la ciudad de mayor actividad taurina del mundo, tanto por la cantidad como por la calidad de los carteles que ofrecía. Gracias a él todas las semanas se programaban importantes acontecimientos taurinos, sobre todo los jueves y domingos, días en los que nunca faltaron corridas o novilladas de postín en temporadas que abrían el telón a primeros de febrero y no lo cerraban hasta finales de noviembre, cuando con la llegaba de los primeros fríos que anunciaban el invierno ya no era agradable sentarse en una plaza. Aunque, después, siempre abría las puertas de Las Arenas para celebrar un magno festival de Navidad, en varias ocasiones en sesiones de mañana y de tarde, en la que los mejores toreros del momento lidiaban los sobreros de la temporada, siempre a beneficio de una institución necesitada.

Entonces existían dos cosos taurinos, La Monumental y la mencionada de Las Arenas, en las que el público vibraba de emoción gracias al buen hacer de numerosos toreros que allí tuvieron máximo cartel. Basta decir que tras la conclusión de la Guerra Civil quienes gozaron de mayores preferencias fueron Manolete, con su personalidad y estilo hierático; también el poderío de Domingo Ortega; las banderillas de Carlos Arruza; la gracia andaluza de Manolo González; la técnica de Luis Miguel; la clase de Antonio Ordóñez; la pasión por Chamaco (tuvo tanto fuerza que hasta se llegó a anunciar como Chamaco y dos más)…; con El Litri; con Julio Aparicio; con Jaime Ostos…

En la lista de honores no pueden quedar apeados los espadas locales, como el prolífico Mario Cabré, José María Clavel, Joaquín Bernardó (el mejor torero catalán de todos los tiempos). Todos ellos encontraron en Barcelona calor y pasión que les alentaban unos aficionados toreristas que los empujaban al triunfo, pero a la vez serios y rigurosos, que sabían medir muy bien la entrega de los toreros en las arenas y que desde entonces apoyaron, sin fisuras, a la nuevas hornadas que iban llegando y que estaban formadas por Curro Romero, El Viti, Paco Camino, Diego Puerta, Andrés Vázquez, Manuel Benítez ‘El Cordobés’, Paquirri, Palomo Linares… Por gente que protagoniza la pasada década de los sesenta, que fue una de las épocas más prolíficas de toreros, tanto en cantidad como en calidad.

Como tantas cosas en la vida cotidiana, el debut de Santiago Martín en Barcelona viene precedido de diversos reveses que se presentan en el camino y hay que sortear, aunque hoy todos ellos no sean más que meras anécdotas que contribuyen a hacer grande una carrera y que se dan, con distintos matices, casi siempre en quienes han destacado en el mundo del arte. En este caso todo comienza a raíz de los graves percances sufridos por Diego Puerta y Paco Camino en la plaza de toros de Las Ventas, ambos en el escenario de la Feria de San Isidro, que le impiden comparecer en sus inmediatos compromisos.

lunes, 30 de mayo de 2011

Ídolo en México


América sale frecuentemente en el libro 'El Viti, la leyenda'. El siguiente extracto forma parte de distintas vivencias vidas, en este caso, en México.

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Desde entonces y durante los años que viaja a México, que son la mayoría de lo que están en activo, Santiago Martín, se cautiva de toreros tan grandiosos y dignos de admiración como Miguel Espinosa Armillita Chico, un portento de poderío a quien en España conocen como Joselito mejicano. Siempre en los tiempos que gozaba de máximo cartel en la madre patria en medio de una carrera dirigida, sagazmente, por Domingo Dominguín, pero que siempre tuvo la mala suerte de romperse el convenio entre ambos países en los mejores momentos y tener que emprender de nuevo la marcha a México. El viejo Armillita Chico imponía respeto por su leyenda y grandiosidad, también por la personalidad tan grande de la que era poseedor.

Al legendario Armillita Chico lo conoce en la una recepción ofrecida en casa en casa de un empresario español llamado Fernando Salasgorría, al que asisten, además, nombres sagrados del toreo azteca como Chucho Solórzano, Carlos Arruza, Pedro Vargas y también el representante en México de la Casa Domecq, que es un hombre muy gracioso, querido por los taurinos y de sangre española.

Aquel día habla largo rato con Carlos Arruza (que también es hijo de españoles y sobrino carnal del poeta León Felipe), el grandioso torero mexicano a quien llamaron El Ciclón tras su apoteósica irrupción en los ruedos españoles. Con Arruza, a quien admira sin fisuras, pronto se hace amigo, muy amigo, tanto que parecía que toda la vida habían estado juntos. Además, por esa época se ha hecho rejoneador y con él coincide en el cartel de una de las primeras corridas que comparece en La México.

Años más tarde, El Viti torea con Manolo Arruza (hijo de Carlos), con dos hijos del viejo Armillita Chico, Manolo y Miguel. También con otro dinástico, con Curro Rivera, hijo del maestro Fermín Rivera, que es muy buen amigo de Santiago Martín. A Curro Rivera lo conoce desde niño, cuando frecuenta su domicilio dada la vinculación que le une con sus progenitores, el maestro Fermín y su madre, bilbaína, hermana del torero Martín Agüero, famoso estoqueador y protagonista de un pasodoble que siempre es una delicia escuchar en la plaza de Vista Alegre.

En México existían muchos más toreros que era objeto de culto y con muchas glorias conseguidas, algunos en las plazas ibéricas, como Luis Procura, El Soldado, Silverio, Juan Silveti (otro buen amigo, que es hijo del legendario Juan Silveti El Tigre de Guanajuato), El Calesero, Alfredo Leal. Es el gran México, el de la inmensa capital México D. F., en el que habita ese brillantísimo plantel de toreros de quien tanto se aprende. Ya sea de su significado para la historia, como de la facilidad que tuvieron con el capote, el poder de su muletas y lo grandes que fueron.

jueves, 19 de mayo de 2011

El Viti vuelve a triunfar en Madrid


NOTICIA OFRECIDA POR LA AGENCIA EFE

Juan Miguel Núñez Madrid, 18 may (EFE).- En el 50 aniversario de la alternativa de Santiago Martín 'El Viti' en Las Ventas, uno de los homenajes que recuerdan la efeméride es la publicación del libro 'El Viti: La Leyenda', presentado el día 18 en esta plaza por su autor, Paco Cañamero.

No es una biografía al uso, "más bien se trata de un ensayo dividido en capítulos de sus vivencias", escrito "desde la pasión del 'vitismo', pero también con cierto asentamiento", dice Cañamero.

Los episodios de la vida de "El Viti" están perfectamente definidos en el título que le da Cañamero a cada uno de ellos, remarcados a su vez por una frase del "Viti", que en todos los casos más que decir palabras dicta sentencias.

Por ejemplo, "el amanecer" lo define como "aquella Salamanca en la que abundaban las ganaderías. Era la universidad de 'la Fiesta'".

Las exigencias de "El Viti" para alcanzar "la gloria" las resumía en tres premisas fáciles de entender desde el punto de vista estrictamente taurino, pero añadiendo una cuarta sorprendentemente curiosa: "para ser figura del toreo hay que tener cabeza, arte, valor y, además, saber dormir en los coches de cuadrillas".

"El temple" le inspiró "algo más que torear con lentitud", ya que, también sentenció: "tiene que dar la impresión de que paras al toro".

Palabras de homenaje a su Salamanca natal cuando habla del "empaque". "Cada uno somos un fiel reflejo de la tierra donde vivimos, y el ambiente en el que nos hemos educado", dijo "El Viti" en algún momento.

Su "majestuosidad", siempre tan ponderada, se encuentra también sin duda en su generosidad y humildad, al reconocer que al toro le debe todo lo que es, "sin él no se entendería 'la Fiesta'".

Y, por último, "el señorío", cuando en una etapa tan contradictoria como la que está atravesando en la actualidad el espectáculo taurino afirma tajantemente: "prefiero que Dios se acuerde de mí si prohíben los toros en Cataluña".

En el acto de presentación de la obra intervinieron personajes como el seleccionador nacional de fútbol, Vicente Del Bosque, el torero Juan Mora y el director de cine Agustín Díaz Yanes.

Todos hablaron del magisterio torero de "El Viti", pero también y sobre todo de su grandeza humana.

Yanes, que al ponderar la tauromaquia de "El Viti" aseguró que "ha sido uno de los toreros que mejor se ve en las imágenes antiguas", dijo también que "hay muy pocos en la historia que resisten el vídeo. Él, sí, por su toreo puro de echar la pata pa'lante. Su muleta fue excepcional".

Para el torero Juan Mora, que firma el epílogo del libro, y que siempre ha tenido al "maestro" como espejo en el ruedo y en la calle, hay dos vocablos emparentados en su personalidad taurina, "elegancia e inteligencia".

A ellos hay que añadir otras palabras de su quehacer en la vida, también definitivas y que servirán de ejemplo a las generaciones futuras de toreros, "la sencillez, la naturalidad, la bondad...", agregó.

Por último, Del Bosque, autor del prólogo, utilizó el término "lígrimo", muy vinculado al carácter charro, para ensalzar la figura de "El Viti", diciendo que es "puro, castizo, de buen origen y libre de mezclas".

Un símil futbolístico que utilizó Del Bosque, también a modo, al decir del torero homenajeado que "hubiera sido un buen centrocampista, por su pureza, temple y categoría, y porque es muy completo, pues defiende, crea juego y resuelve el gol".

En nombre de la Comunidad de Madrid, el director gerente del Centro de Asuntos Taurinos, el escritor Carlos Abella, hizo hincapié en que "este acto en sí, más que la presentación de un libro, quiere ser un homenaje de recuerdo y evocación para un grandioso torero" El presentador del acto, el poeta Carlos Mateo, resaltó por último que "este libro se comenzó a escribir hace cincuenta años, y todos lo esperábamos desde entonces".

miércoles, 11 de mayo de 2011

¡Aquél 13 de mayo en Madrid!


Aquel dejo un extracto del capítulo dedicado al día de la alternativa:


Las agujas de reloj, insobornables, siguen su paso y a primeras horas de la tarde, tras un frugal almuerzo, Santiago se viste en la soledad de su habitación con la ceremonia de siempre, con la compañía de la soledad, en busca de la paz y sin algarabías, mientras Barajitas, quien en esos días era su mozo de espadas, iba colocándole las distintas prendas del vestido de torear. Al finalizar el ceremonioso acto de vestirse el torero reza ante el altar que siempre lo acompaña y que estaba integrado por varias estampas, una de ellas dedicada a la virgen del Socorro, patrona de Vitigudino y a la que siempre se encomendaba y pedía protección.

A continuación, junto al mozo de espadas, baja hasta el coche que estaba aparcado en la puerta del hotel para trasladarse a la plaza de Las Ventas. Todo ello en el escenario de una tarde primaveral, soleada y con las calles de Madrid abarrotadas de gente con ganas de vivir, de ser partícipes de los grandes acontecimientos taurinos cuando las corridas eran el principal espectáculo del pueblo y de disfrutar también, justo cuando faltan dos días para que lleguen las fiestas de San Isidro, el patrón de la Villa y Corte, que llena, sus calles y plazas de chulapos y de chulapas en una celebración tan vistosa.

Los ecos de su primer triunfo

La plaza de Las Ventas está abarrotada y la reventa trabaja a destajo en la explanada exterior con el ojo avizor para burlar la presencia de la siempre temible policía. En los exteriores miles de personas intentan alcanzar las puertas para acceder al interior en una estampa colorista, hermosa y muy viva de una Fiesta de verdad. Una Fiesta sin tapujos en la que un hombre se juega la vida para crear arte en un espectáculo, el único entonces, que era la vía de escape de numerosos muchachos para redimirse de la pobreza y encontrar una situación social y económica de la que carecían por su cuna humilde.

En los corrales de Las Ventas espera una entipada corrida de Alipio Pérez-Tabernero Sanchón, charro lígrimo de personalísimas patillas, decimonónicas, para una terna encabezada por Gregorio Sánchez, sobrio torero toledano, y el valentísimo Diego Puerta, quien comparece como un vendaval tras el éxito de su anterior San Isidro y de arrollar en la mayoría de las ferias de España. La corrida, que tenía carácter de máximo acontecimiento, era retransmitida en directo por TVE, la única cadena que entonces existía y cuyos comentarios iban a ser recogidos por Lozano Sevilla, que era el taquígrafo personal del general Franco y esa tarde vivía la que iba a ser su primera retransmisión al frente la televisión pública, la del debut, después de sustituir en el cargo a Mariano García Ramos.

martes, 3 de mayo de 2011

El delirio en Sevilla con 'Pitillero'


El Viti gozó de máximo cartel en Sevilla. Tras unas tardes gríses en sus primeras actuaciones, en la Feria de Abril de 1966 se cruzó en su camino 'Pitillero', un toro de Samuel Flores. Ese nació parte parte de una historia

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Con la obra cumbre a Pitillero, Sevilla se revoluciona y el año taurino ya tiene un nombre para apuntar. A nadie pasa inadvertido ese trasteo frente a un toro astifino de pitones, escurrido de carnes y con poca fuerza. Sin embargo derrocha casta y clase desde el principio, aunque costaba mucho mantenerlo en pie, por lo que el matador tiene que aportar algo más y poner esa chispa que, hasta entonces, le faltaba a un toro que a medida que va tomando los vuelos de la muleta iba a más, a más. Y desde ahí, El Viti toreando a cámara lenta, con su empaque y majestuosidad. Mientras, los aficionados sevillanos no daban crédito a aquella maravilla que presenciaban sus ojos y que ya queda para siempre en la despensa de sus recuerdos más bellos, en unos fogonazos de temple, elegancia al arte del toreo. Antes de entrar a matar, con todos los espectadores puestos en pié, Santiago, intenta acabar la faena en la suerte de recibir, pero el toro, agotado, no le ayuda y pincha.

– ¡¡¡Oh, qué pena!!! (Gritan en los tendidos)

Y tras ese pinchazo llega, otro, y otro, y otro, lo que le impide cortar un rabo que ya pedían en los tendidos desde antes de perfilarse para la suerte suprema.

Tras rodar el toro corta una oreja, mientras que la plaza era un hervidero colectivo jaleando a un torero que ya para siempre les robó el corazón. Todo gracias a esa faena que ha sido de las más grandes, importantes y templadas que se han llevado a cabo en el coso del Baratillo, el mismo que desde ese día abre para el salmantino el alma de sus sentimientos de par en par. Aquel año, El Viti, logra el primer trofeo Feria de Abril a la mejor faena, que concede la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Pero sobre todo y eso es lo importante que protagoniza una faena tan memorable que, desde entonces, ha sido un icono para su carrera. Y siempre lo identifica con ella cuando los aficionados hurgan en el recuerdo de Santiago Martín El Viti.

– Llegó en el momento justo. La corrida de toros no estaba ayudando con la excepción de los dos toros míos, que sí valieron. Parecía que todo estaba listo y preparado para que aquel día se me reconociese en Sevilla. Así fue. Emocionalmente lo encajó el público como si estuviesen esperando que aquello sucediese.

Con la alegría del éxito, a lo largo de esa noche, plácida y primaveral, cuando en el ecuador de esa estación es un privilegio pasear por esa capital aromatizada por el azahar de sus naranjos, no se hablaba de otra cosa que del éxito logrado por el torero de Vitigudino. En los cafés de la calle Sierpes, en las terrazas de La Campana, en los colmados del Arenal, en las tabernas de Triana… los grupos de aficionados, siempre con la exageración propia del andaluz, recordaban sus magistrales y templados muletazos. También las gitanas que leen la suerte a los viandantes que se ofrecen, o que venden lotería a los turistas y los lustradores de los cafés, quienes comentaban todos los pormenores con su peculiar gracejo:

– Er de Zalamanca ha toreao zuperió. Ezo no ze vía aquí dezde Bermonte y Pepelui.

– Ozú, mi arma, la que ha liao eze mataor, que ha zacao el ezcobón ná menoz que en La Maeztranza.

Sevilla ya entra para siempre en el corazón de Santiago Martín. Y además si alguien vive con mayor alegría, si cabe, el triunfo, no era otro que Chaves Flores, extraordinario torero y peón de confianza de la cuadrilla de Santiago Martín durante más de tres lustros. Chaves Flores había sido novillero de éxito en sus años jóvenes, en la época que comparte numerosos carteles con El Litri y Julio Aparicio y se le conoce como el tercer hombre, debido a los ecos tan vivos entonces de la magistral película que fue llevada a la pequeña pantalla por Carol Reed, inspirada en la obra escrita por Graham Greene y protagonizada por Joseph Corren y Orson Welles.