lunes, 30 de mayo de 2011

Ídolo en México


América sale frecuentemente en el libro 'El Viti, la leyenda'. El siguiente extracto forma parte de distintas vivencias vidas, en este caso, en México.

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Desde entonces y durante los años que viaja a México, que son la mayoría de lo que están en activo, Santiago Martín, se cautiva de toreros tan grandiosos y dignos de admiración como Miguel Espinosa Armillita Chico, un portento de poderío a quien en España conocen como Joselito mejicano. Siempre en los tiempos que gozaba de máximo cartel en la madre patria en medio de una carrera dirigida, sagazmente, por Domingo Dominguín, pero que siempre tuvo la mala suerte de romperse el convenio entre ambos países en los mejores momentos y tener que emprender de nuevo la marcha a México. El viejo Armillita Chico imponía respeto por su leyenda y grandiosidad, también por la personalidad tan grande de la que era poseedor.

Al legendario Armillita Chico lo conoce en la una recepción ofrecida en casa en casa de un empresario español llamado Fernando Salasgorría, al que asisten, además, nombres sagrados del toreo azteca como Chucho Solórzano, Carlos Arruza, Pedro Vargas y también el representante en México de la Casa Domecq, que es un hombre muy gracioso, querido por los taurinos y de sangre española.

Aquel día habla largo rato con Carlos Arruza (que también es hijo de españoles y sobrino carnal del poeta León Felipe), el grandioso torero mexicano a quien llamaron El Ciclón tras su apoteósica irrupción en los ruedos españoles. Con Arruza, a quien admira sin fisuras, pronto se hace amigo, muy amigo, tanto que parecía que toda la vida habían estado juntos. Además, por esa época se ha hecho rejoneador y con él coincide en el cartel de una de las primeras corridas que comparece en La México.

Años más tarde, El Viti torea con Manolo Arruza (hijo de Carlos), con dos hijos del viejo Armillita Chico, Manolo y Miguel. También con otro dinástico, con Curro Rivera, hijo del maestro Fermín Rivera, que es muy buen amigo de Santiago Martín. A Curro Rivera lo conoce desde niño, cuando frecuenta su domicilio dada la vinculación que le une con sus progenitores, el maestro Fermín y su madre, bilbaína, hermana del torero Martín Agüero, famoso estoqueador y protagonista de un pasodoble que siempre es una delicia escuchar en la plaza de Vista Alegre.

En México existían muchos más toreros que era objeto de culto y con muchas glorias conseguidas, algunos en las plazas ibéricas, como Luis Procura, El Soldado, Silverio, Juan Silveti (otro buen amigo, que es hijo del legendario Juan Silveti El Tigre de Guanajuato), El Calesero, Alfredo Leal. Es el gran México, el de la inmensa capital México D. F., en el que habita ese brillantísimo plantel de toreros de quien tanto se aprende. Ya sea de su significado para la historia, como de la facilidad que tuvieron con el capote, el poder de su muletas y lo grandes que fueron.

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